Pot TRANSIDO

El sonido, su articulación- ocasionalmente en torno a un texto-, su interpretación, en compañía.
Registrarlo, editarlo, mezclarlo... hacia un único fin: música.
Y luego, compartirlo.


ANOTACIONES SOBRE LAS PROPIAS VIVENCIAS CON EL SONIDO Y LA MÚSICA

jueves, 31 de diciembre de 2015

PASOS INCIERTOS 5

Javier Franco
Quisiéramos en ocasiones poder evitar en otros aquello por lo que ya pasamos, pero no es posible. Sólo podemos reforzar las condiciones para facilitar esas situaciones, esos tránsitos. Porque en este país, del sol y del desprecio, se repite cíclicamente una obligada migración para sobrevivir. No hace falta recurrir a máximas poéticas para comprobar que aquí es imposible vivir salvo en condiciones de miseria y servilismo sea cual sea el momento histórico, porque “la vida está en otra parte”. De ahí surge este “Irme para no volver”. Por eso, cuando la geografía se impone sobre los habitantes generando falsas identidades con el patrocinio de cualquier sátrapa, cuando las patrias sacrifican a sus hijos para sustentarse conviene abandonarlas, en lo posible, con radicalidad y no pensar en volver. Javier Franco puso la contundencia con su guitarra a esos pensamientos.




 
IRME PARA NO VOLVER 

Siento un fatal equilibrio que se quiere romper
como si no hubiera sitio y nada que hacer.
Son vuelos inciertos ojos que no quieren ver
son nubes sin cielo rostros al amanecer.
Son sueños sin techo
irme, irme para no volver.

No hay tierra que sienta ni lugar que volver
es sólo miseria de un muñeco sin piel.
Son espacios sin tiempo polvo de tanto moler
las rutas del viento pero nada que perder.
Son sueños sin techo
irme, irme para no volver.

Volando y soñando descubrir una rosa
belleza de un mundo que se marchita.
Que extraña es la sombra que nos indica
que algo se queda aunque todo se va
tu mundo es mi mundo pero
nada puede ser ya igual.

He llegado a un destino que no tiene nombre
ya no me siento cautivo ni obligado a ser pobre.
No es metal lo que busco ni tener posición
ni conquistar el absurdo que ya me abandonó.
Son sueños sin techo
irme, irme para no volver.

No son cuestiones de ciencia perder o triunfar
sino de mentes enfermas adictos a delirar.
Y así quedó la plaza como un triste carnaval
tan cumplida y falsa como dispuesta a naufragar.
Son sueños sin techo 
irme, irme para no volver.

Volando y soñando descubrir una rosa
belleza de un mundo que se marchita.
Que extraña es la sombra que nos indica
que algo se queda aunque todo se va
tu mundo es mi mundo pero
nada puede ser ya igual.

LA MÚSICA POPULAR EN EL CONTEXTO CULTURAL DE SEVILLA  II

2. El patio Sevillano.

Cuando las razones son incoherentes, los negocios están comprometidos; cuando los negocios están comprometidos, no se cultiva ni la música ni los ritos; cuando no se cultiva la música ni los ritos, el pueblo no sabe con qué pie bailar”. (Confucio)


- El sector privado. 

Una vez “democratizado” el ruedo, la incipiente industria musical fagocitó para sí aquello de lo que disponía, grupos y solistas de pop y de rock más o menos de calidad. Se universalizó el consumo de pop y rock de producción propia, compitiendo con las sucesivas oleadas de música foránea. Eso trajo consigo que la cantera de grupos y solistas creciera rápidamente. Los 80´fueron años de vacas gordas para la industria musical, pero no tanto para la música, que se había empobrecido por la manipulación ejercida por la propia industria ya sea orientando los gustos del público hacia nuevos productos, ya fuera marginando de la fiesta la madre de la tinaja que fue la música de los 70´. Ya no había que contestar, que denunciar, que crear una alternativa de expresión a la propuesta del poder, ahora había que consumir plácidamente, crear mecánicamente, participar de “la movida“. Recuerdo en Madrid cuando los pequeños empresarios vinculados a la música compartían el gusto y a veces los riesgos por ella. Los locales dedicados al directo eran pequeños espacios de encuentro tanto para unas minorías numerosas de aficionadas a escuchar nuevos sonidos, como de pocos y buenos músicos que se sorprendían de poder compartir lo que hacían. En ellos lo espirituoso del alcohol complementaba cada concierto, pero este no era el motivo por el que se iba a escuchar música. Incluso había conciertos a horas intempestivas, domingos por la mañana. Y los colegios mayores en el mundo universitario competían entre sí casi todos los días ofreciendo conciertos de todos los estilos de música entre otras actividades culturales.

Bien entrados los 80´, el ambiente musical de Sevilla se vio mimetizado por la moda y el sonido que imponía la industria desde Madrid y en ese contexto los músicos de Sevilla, engullidos por el ella, se debatieron entre el exilio o la insuficiencia vital. Fueron años en la periferia que no tuvieron mucho que ver con la orgía del centro.

Ya en los 90´ las salas reconvierten los espacios escénicos ofreciendo tocar a músicos incipientes, de peor calidad, que sin rodaje no pueden exigir cantidades económicas dignas. Se resienten la creatividad y la calidad. La música ya integrada como parte del consumo de masas es un aditamento que acompaña a los consumidores a todas horas, en todos los sitios y también en los locales de ocio y alterne nocturno. La música es valorada ahora como parte efímera de la “cultura del ocio”, entra en el circuito de la obsolescencia de consumir y tirar, pierde su valor porque ha ganado precio y cuota de mercado. A finales de esta década ya había que alquilar las Salas para ofrecer un concierto y muchos músicos tragaron, seguramente por necesidad para poder sobrevivir. Así se extendió la primera “reconversión” en los locales: de salas de conciertos pasaron a ser simples abrevaderos. La música y los músicos eran también clientes de unos servicios de restauración y, por ello, debían aceptar las condiciones que imponía el potente mercado del ocio.

Con el nuevo siglo hubo un pequeño cambio en Sevilla. Se abrieron de nuevo salas dedicadas especialmente a dar conciertos, con no muy buenas condiciones de acústica, que ofrecían oportunidad a grupos locales y foráneos. Parecía que por fin esta ciudad entraba en un circuito musical abierto y comenzaba a ofrecer lo que ya existía en casi todo el resto de ciudades importantes del Estado desde hacía bastantes años. Algo se movía, pero alguien desde lo público se encargaría de limitarlo; lo expondremos más adelante.

Pero hoy las cuestiones en torno a la música han dado una nuevo giro, los locales comienzan a apretar a los grupos exigiéndoles condiciones leoninas para realizar conciertos: que se vaya a taquilla (las entradas que vendas es “casi” lo que te llevas), que lleves al público, que tú mismo promociones el concierto, que dejes a la sala 1€, u otro tanto por ciento a concretar, por la venta de cada entrada y que no les des el coñazo si tienes los temas registrados en la SGAE y quieres declararlos para recibir unas limosnas. ¡A esto estamos llegando!.

Está claro que los empresarios de la hostelería que incluyen “la música” como un servicio más de su oferta no la consideran cultura, sino exclusivamente parte de la animación del ocio, una oportunidad más para mejorar beneficios Ya no se lucran solo de la venta de bebidas espirituosas sino también a través de la los músicos y de su música.

Y por último, en ese afán del perfeccionamiento de la explotación del hombre por el hombre referida a este sector, se produce la organización de “concursos”, generalmente entre bandas que empiezan al objeto de que puedan levantar la cabeza. Concursos que ofrecen premios en cadena en sucesivas ediciones eliminatorias y cuyo premio suele ser poder llegar a tocar con algún encumbrado en vete a saber dónde. El típico sistema de timo piramidal pero sufragado por los propios músicos, pues cada grupo debe vender entradas para meter el mayor número posible de público que le vote y poder así ganar alguna de sus fases. Es como la fórmula del circo romano: disponer de un espacio para que compitan los músicos entre sí a consta del público y el empresario llevarse la pastuqui calentita. Esta modalidad empieza a tomar cuerpo con la aparición de los “nuevos emprendedores”, que con una visión de chatarrero, ven una oportunidad de negocio entre los escombros del derribo...

Aún así todavía hay algunos lugares, pocos realmente, que se mueven en este ámbito con respeto hacia la música y los músicos, a los que hay que agradecer que resistan a la competencia desleal del propio gremio que los sitia. 

- El sector público. 

Como ya se anticipó anteriormente el sector público en Sevilla no ha hecho casi nada por la música y menos aún por los músicos.

Desde la Junta de Andalucía la política cultural referida a la música ha sido una calamidad. Sólo se ha potenciado la ópera, subsidiariamente lo clásico y el flamenco. El resto de la expresiones musicales no han existido. La cultura de la subvención, del clientelismo, en ésto como en todo lo demás, ha llegado a los allegados. Los circuitos musicales de las Diputaciones o Ayuntamientos no contaban con criterios objetivos para seleccionar a grupos o músicos, ejerciendo una discriminación evidente. No había ni hay una estrategia clara de promover la creatividad en este marco. Por otro lado, los conservatorios, como escuelas de música han continuado lastrados y secuestrados por la música clásica, impartiendo una formación cerrada y altamente especializada en frustrar ilusiones y talentos que se quisieran desarrollar por otros lugares y sonidos que los clásicos. Ni siquiera, respetando esa línea, se ha sido capaz de ofrecer la alternativa de formación postgrado referida hacia otras disciplinas como el jazz, el pop o el rock, con todo el potencial necesario y previo para que los músicos puedan tener una profunda base musical de conocimientos y la posibilidad de perfeccionarlos o desarrollarlos a través de diferentes estilos musicales. 

En este sentido, a falta de iniciativas privadas que supieran distinguir la potencial riqueza musical que existe en esta ciudad, la calidad de muchos intérpretes y la originalidad y el talento de muchos compositores, el sector público se ha rodeado casi siempre de “estrellas” que le den lustre, concentrándose la mayor parte de los recursos en gastos de productos comerciales de sobra conocidos, pero no realizando inversiones para potenciar otros nuevos valores, todo ello acompañado de la política de cerrar o intentar impedir que las salas ofrezcan música en directo porque ello no entra en la planificación que el poder político tiene sobre como debe ser el ocio y la cultura. Y ahora, con las arcas vacías “la música y los músicos” son un sector a no considerar en todo lo posible. Asistimos hoy, por parte de los poderes públicos locales, a formas de beligerancia contra la música y los músicos a través de una censura sobre las letras en los conciertos en directo, es una imposición impensable con el argumento de que “el dinero público no puede financiar o promocionar a grupos o solistas con letras que conculquen los valores morales de la sociedad”. Pero ¿cuáles son esos valores?. Si, los de una moralidad tartufa e impresentable propia de una dictadura. 

Nada hace presagiar que se comprenda hoy por los gestores y administradores públicos, los que administran nuestro patrimonio económico, que sólo con una oferta cultural de calidad la ciudad en su conjunto puede salir beneficiada, que sólo podrá ganar cuota de mercado turístico con ofertas diversificadas, que la Semana Santa y la Feria tienen un tope de mercado al que ya se ha llegado y al que seguramente veamos decaer en los próximos años por la crisis financiera internacional. La música, en cualquiera de sus variantes con calidad, puede y debe contribuir al bien común.

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