Pot TRANSIDO

El sonido, su articulación- ocasionalmente en torno a un texto-, su interpretación, en compañía.
Registrarlo, editarlo, mezclarlo... hacia un único fin: música.
Y luego, compartirlo.


ANOTACIONES SOBRE LAS PROPIAS VIVENCIAS CON EL SONIDO Y LA MÚSICA

jueves, 7 de enero de 2016

PASOS INCIERTOS 6

Luis Jose Rivera
En más de una ocasión lo que le presento a Riverita para su arreglo es un verdadero galimatías, tanto de estructura como de melodía sin perfilar. Sobre ello creo que es difícil trabajar, pero la música es ilusión que raramente desengaña si te entregas en la tarea, porque lo terrible en ella no es el engaño sobre el que se construye sino el desengaño que se produce cuando se escucha si no responde a sus expectativas. El secreto de la composición, cuando ésta no es contundente, es el margen que pueda ofrecer como expectativa para el arreglo. De hecho, en muchas ocasiones, no hay tema sin arreglo. En esteOtra ilusión” se produjo todo esto que ahora intento explicar. Luis Jose Rivera hizo del arreglo un tema y yo no tuve más que escucharlo sorprendido, como en una noche diáfana ante las estrellas del universo ... 


 

OTRA ILUSIÓN 

La noche
estrellas
que brillan
en el universo.

El día
poemas
que sólo hablan
de lo incierto.

Y esa mirada
que ya no ve
oculta en un
mundo de papel.

No se muy bien
ni dónde ni con quién
como sorprender
otra ilusión sin porqué, sin porqué.

Volver a confiar
en sueños de cristal
volver a despertar...

No se muy bien
ni dónde ni con quién
como sorprender
otra ilusión sin porqué...

Sin porqué, sin porqué.
Sin porqué, sin porqué.


LA MÚSICA POPULAR EN EL CONTEXTO CULTURAL DE SEVILLA III

3. Los músicos, el público.

- Los músicos. 

Es curioso como en esta profesión, durante todos estos años de bonanza económica, con un industria con altísimas plusvalías, nadie se preocupó de los músicos, de los interpretes, ni siquiera ellos de sí mismos. La evidencia es que lo de “los músicos” es un eufemismo: no existen salvo en la imaginación de quien se denomina a sí mismo en plural mayestático.

¿Qué colectivo hay de músicos representativo, con fuerza y capacidad negociadora con la administración, con independencia de los integrados en las Sociedades de Gestión de Derechos como SGAE (que no es exclusiva para ellos) e IAE?. Los músicos no tienen interlocutores, no pueden presionar como colectivo ante nadie, son un magma de individuos disociados y en ocasiones con intereses contrapuestos.

Su falta de carácter gremial o colectivo está íntimamente ligado al culto a la personalidad impuesto por el marketing discográfico desde los 60´. Todos, grupos y solistas “están en esto en gran medida por la pasta”, por llegar a ser “estrellas” y brillar desde el neón en el Olimpo de lo efímero. Es pues una profesión con la mínima regulación en el mercado de trabajo, de ahí que “búscatelo como autónomo y cuando se pueda” sea la manera habitual de desenvolverse. De este modo nadie ha hecho nada por ordenar o regular la profesión, establecer un régimen especial de la seguridad social para los instrumentistas, ejecutantes; garantizar un mínimo de prestaciones sociales o de jubilación, cobrar bajo contrato en todos los bolos en vez de hacerlo en dinero negro, sin contrato y a expensas de la “bondad” o cercanía de quien te contrata. En Sevilla, meca de la picaresca, no ha ocurrido lo contrario desde luego. Y de ese modo, como en el resto del Estado, quien no ha subido de escalón y se ha mantenido en él como encumbrado, como marca registrada, no tiene prácticamente de qué vivir.

Junto a ello, el éxodo sobrevenido, en gran número de casos, para poder ser reconocido ha sido moneda de cambio corriente. Emigrar para volver, huir para encontrar, morir para vivir... salvo las excepciones que todos podemos evocar, que incumplen el mártiriloquio, algo que aquí va mucho.

Todo esto, además ha contribuido durante años también al deterioro de la propia música, a buscar fórmulas fáciles y manidas en la composición en muchos de los casos, a tener que acomodarse a lo fácil para poder simplemente sustentarse y no morir de inanición. Ya no se animan las fiestas privadas del señorito con los flamencos como ocurriera en tiempos, ahora se animan las verbenas con grupos que han sustituido en parte a las típicas orquestas y que versionan todos los tipos y estilos de música para animar la pachanga. ¿Musicalmente en algo hemos avanzado?.

Hoy hay muchísimas personas tocando instrumentos y esto sin duda abre posibilidades para que se diversifiquen las propuestas, para que algo pueda mutar, para que podamos sorprendernos. Las condiciones del “mercado” están cambiando y la música y los músicos pueden y deben aprovechar esta transformación en la que se malvive. 

- El público. 

En los años 70´ el público aficionado a la música no convencional era poco pero fiel a los grupos y solistas existentes, que también eran pocos pero muy entregados a ella. Compartir la música fue crear un espacio para practicar colectivamente la libertad en muchos aspectos vitales. La música facilitó la comunicación personal en una generación maniatada por los estertores de la dictadura. A través de ella se empezó a gestar una contra-cultura beligerante contra ella y sus imposiciones. Tenía un valor de uso y no de cambio. Claro que fue un espejismo, una ilusión, algo efímero, pero pudo hacerse realidad y vivirse hasta que la industria vio negocio y todo se masificó en torno a “la movida” en los 80´. Sevilla vivió aquel momento en la vanguardia porque aquí hubo creatividad y originalidad a raudales, hubo con la música el compromiso que nace del anhelo por encontrar otros sonidos, otras formas de decir, otras maneras que fueron respetuosas con la tradición flamenca con la que compartieron espacio y compás, alimentado por la claridad y frescura de lo ingenuo y lo espontáneo. Pocos músicos y poco público pero mucho compromiso y mucha alegría.

Sin embargo, hoy el público consume la música más que la comparte, encuentra en ella el acomodo estético que se construye para evitar el silencio, no hay ningún tipo de compromiso asociado a ella, sea ético o estético, siendo una parte de la dosis que se nos administra por técnicas invasivas para la enajenación personal y social. La encontramos en todos los sitios y a todas las horas como fondo de un decorado pero al que nadie presta atención, que nada evoca, ya no es parte del mundo de las emociones ni se asocia a sentimientos, por ello ya no tiene valor y como consecuencia tampoco tiene ya precio, de ahí el fenómeno de las descargas masivas desde la red. Ahora es un producto de usar y tirar, que se deprecia en el propio momento que es consumido. De su intrínseca naturaleza efímera y volátil al ser interpretada se ha pasado a su obsolescencia absoluta como manufactura digital.

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