No obstante, en mi caso, se reprodujeron pautas similares a las que ya acontecieron en los 80´, y en ese ínterin entre "La Banda de Mortimer" y "Transidos" me mantuve abducido, experimentando, en una especie de disciplina diaria con sonidos, técnicas, etc... lo que me procuró en gran medida mejorar pero no corregir los vicios implícitos a todo autodidacta, que son a fin de cuentas los que en parte van a darte un "sello personal", aún de sustraerte, a su vez, de una evolución cabal.
Suzuky 1952 W-150 |
Con Javier Guillén |
Pero en la música en solitario en muy pocas ocasiones he compuesto algo concebido previamente desde un concepto, ese proceso casi siempre ha partido de un encuentro con algo sugestivo durante las largas tardes de monótonos ejercicios e improvisaciones, ya fuera por la textura imprevista de un sonido o en imverosímiles sucesiones de acordes que te dan pie a esbozar alguna melodía sobre la marcha, o un arpegio inesperado sobre unos acordes inusuales, etc. En ese sentido la actitud se llega a modular por los gestos de la propia ejecución hasta que se establece una especie de "fluido" en el que uno puede diluirse y que facilita que puedan empastar motivos rítmicos que en otro contexto serían anacrónicos o inconexos. Esto podía dar pie a desbarrar en bocetos con texturas muy volátiles como en este “Sin tiempos” en el que utilicé un efecto doopler para el mostrenco de voz.
En otras ocasiones me acercaba a puntos más sencillos, desenfadados y bacilones, como en este “Mal fario” al que no terminé de darle forma y en el que predomina un aire latino adornado con fraseos bluseros para la guitarra.
Durante esta época no contaba con herramientas de edición, de ahí que los bocetos se nutrieran en muchos de los casos de tomas únicas y, ocasionalmente, con algún “pinchazo” para algún pasaje de guitarra. En estos “Cirros” volvía a deambular con Javier Guillén por lejanas atmósferas, lo que me recuerda que a veces en los ambientes que se crean se armonizan los sonidos en texturas que hacen indistinguible el “continente” del “contenido”, el fondo de la forma.
Por último, con este "Trasnochando" podría ilustrarse lo que llamo "unidad de ciclo", un especie de "recurso mántrico" óptimo para disolver obsesiones en el marco terapéutico que también ofrece el sonido y la música, aspecto éste en nada desdeñable a pesar de no ser conscientes de toda su propensión durante nuestra interpretación o en el abandono en su escucha.
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