Siempre hay una "Por última vez" y a ella se
remite este tema. Sólo tienes que situarla. La identidad no está en
los territorios, ni siquiera en la lengua compartida y, aún menos, en
símbolos o signos coyunturales que sirven a otros intereses que no
son ni propios ni comunes. ¿Por qué no encontrar la identidad y compartirla en los
elementos que no tienen dueño, en la lluvia o en el viento, en un
reflejo...
POR
ÚLTIMA VEZ
Si el agua al fluir
solo quiere nadar
el viento al partir
sólo puede cantar.
Y ahora que vas a partir
ya no tengo un por qué
simplemente vivir
para sentir libre mi piel.
Pero en tanto despertando
sin tener ningún fin
paso a paso desplazado
como sombra sin ti.
Vienen y van
sombras al caminar.
Por última vez
por última vez.
Ya no hay bruma en el horizonte
ni vértigo al deambular
y ya no extraño ningún nombre
para poder tener otra identidad.
Vienen y van
sombras al caminar.
Por última vez
por última vez.
Si el agua al fluir
solo quiere nadar
el viento al partir
sólo puede cantar.
Y ahora que vas a partir
ya no tengo un por qué
simplemente vivir
para sentir libre mi piel.
Pero en tanto despertando
sin tener ningún fin
paso a paso desplazado
como sombra sin ti.
Vienen y van
sombras al caminar.
Por última vez
por última vez.
Ya no hay bruma en el horizonte
ni vértigo al deambular
y ya no extraño ningún nombre
para poder tener otra identidad.
Vienen y van
sombras al caminar.
Por última vez
por última vez.
LA MÚSICA POPULAR EN
EL CONTEXTO CULTURAL DE SEVILLA IV
4. La Industria.
En
nuestra “sociedad gaseosa” de lo insustancial la imagen ha
suplantado al cuerpo. La cultura del rock, a través de esas
imágenes, universalizó el culto a la personalidad representado en
cada estrella mediática. Así, importa el divo más que la música y
tiene, por lo general, más valor el personaje que la obra.
En
Sevilla, desde que la incipiente industria metió mano en la música,
a finales de los 70´, comenzaron a deshacerse los primeros grupos
míticos, algunos músicos emigraron para abrir horizontes y, para
los que resistieron y aquellos otros que se fueron incorporando por
el paso generacional se impusieron nuevas condiciones: comercialidad
en la producción de los álbunes, clausulas leoninas en los
contratos de las discográficas y a cambio de qué ... No voy a dar
nombres, pero esos incipientes empresarios del rock sevillano y
andaluz tuvieron que enfrentarse a continuación, en los 80´, a la
industria de Madrid y Barcelona. Fue imposible competir con ellos por
lo que se plegaron a lo seguro, los estudios y sellos con algún
nombre se enfocaron de vuelta a el mercado interior: las sevillanas,
las bandas procesionales y las fondos con motivos “musicales”
para la publicidad en la propaganda institucional. Todo muy Yingle –
Yingle..
Si
la música folk / rock / pop en los 70´ estuvo en contra de los
valores éticos y morales del sistema, a partir de los 80´ya no lo
está, ni se alimenta de la contestación para buscar la complicidad
del público, ahora, por el contrario, coopta con el “poder” y
con la llegada del PSOE termina de hundir y aplacar todas las
inquietudes personales y sociales. La izquierda vino a domesticar a
las pocas “fieras” que en el marco de la cultura aún quedaban.
La “movida” impulsada desde los Ministerios del poder fue la
imagen de marca cultural de la “neosocialdemocracia españolita”.
Los “señoritos” de izquierda habían encontrado una mina en ella
y bien que la explotaron: “A colocarse y al loro” fue la consigna
de salida... y todavía no se ha llegado a la meta... ¡¡¡ algunos
ni llegarán.
En
Andalucía y particularmente en Sevilla “la industria” fue una
sucursal de Madrid y de Barcelona. Ocurrió en este sector como lo
acaecido en el sector primario: aquí ponemos la materia prima a
precio de saldo, pero el producto se enlata y se vende fuera. El
poder político, que era el único que hubiera podido corregir esta
situación o al menos intentar minimizarla, dio su aquiescencia a esa
realidad y su empeño no fue otro sino el rodearse de “estrellas”
que le dieran lustre para poder brillar. Recordamos el memorable
“estrellas de la guitarra” en la Expo del 92´. Sólo el flamenco
ha sido, en todo este tiempo, patrocinado oficialmente, por eso de
que los Flamencos ya habían conquistado el mundo sin ayuda de nadie,
aunque aquí también parece que ha habido quien ha comido del
pesebre y a quien no se le ha dejado comer.
Así
que mucho de lo poco que destacó fue patrocinado sólo previo
servilismo y pleitesía. O, ¿acaso no aparecían grupos vinculados a
casas de juventud municipales que dependían del partido político de
turno que gobernaba en el Municipio?. Y ¿no hay aún hoy concursos
para jóvenes músicos promovidos desde el Instituto de la Juventud?.
Todo para dar una imagen política de integración y apoyo a la
juventud en sus manifestaciones culturales, pero a aquella que fuera
afín y no planteara discordancias.
Las
iniciativas empresariales en los 90´, para todos aquellos que
despertaban de esta quimera ante la manipulación política de la
cultura, que comenzaron a denunciar lo discrecional, arbitrario e
injusto de unas subvenciones clientelares y dieron un paso al frente
comprometiéndose en su música y con sus letras, fueron muy bien
tratados por los promotores locales: giras por toda la geografía de
15 o 20 conciertos seguidos en condiciones infrahumanas, de
transporte, de gastos y de salario. La gloria tenía un precio y
fuera del sistema oficial aún más duro ¡¡¡ Esto animó mucho a
los nuevos valores a la hora de plantearse musicalmente qué hacer y
para quién. La consecuencia fue la proliferación, a partir de los
2000´, de bandas dedicadas a versionar cualquier estilo, casi todas
con muchísima calidad pero en detrimento de propuestas creativas.
Hoy,
como ya comentamos, tenemos a los emprendedores, capaces de
promocionar conciertos con artistas foráneos y que siguen la senda
de la codicia nacional metiendo a tropecientas personas más de la
capacidad de una sala, con los riesgos que eso entraña. Otras mentes
brillantes, en colaboración con algunos garitos, se han convertido
en “programadores” de conciertos y eventos, cobrando ese trabajo
a los músicos y no a las salas, con una especie de diezmo o peaje
vinculado al precio de la entrada. Otros directamente organizan los
concursos piramidales que ya hemos comentado, que imitan a los de
programa la telebasura y en los que los propios músicos compran
previamente a los promotores las entradas que luego tienen que
revender entre amigos y familiares para competir injustamente con
otros compañeros; aquí, como habréis adivinado, no gana aquella
propuesta musical más sólida, profesional, bien interpretada, sino
aquella otra que tiene más votos del grupo o solista que tenga más
acólitos. Una treta más del perfeccionamiento de “perversión
democrática” que nos atenaza. Y luego todos se van tan contentos,
público y ganadores celebrando lo que para los músicos y la música
es otro estruendoso y deplorable fracaso. ¡¡¡
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