Suzuki 150 |
Teniendo la música uno tiene muy
avanzado el poema. La poesía, al menos durante mi generación,
siempre se ha mostrado “átona”. Se lee en silencio, como si
fuera prosa dispuesta de forma un tanto caprichosa y aleatoria sobre
el papel y sólo con cierta musicalidad en función de su rima, si es
que la hubiere. Pero la poesía, antes de la llegada del fenómeno literario, llevaba implícita una exigencia de musicalidad para ser recitada o no podría ser considerada
como tal. De hecho sin esa tonalidad propia el poema carecería de
proyección y por qué no también de convicción.
Pero en estos tiempos. ¿a cuantos recitales de poesía se asiste y cómo se recitan los poemas?... Casi siempre de un modo altisonante o grandilocuente, en donde los poemas, uno tras otro, son sobreactuados y monocordes como en un ejercicio lingüístico de monosabios desfilando. De hecho, se escriben en silencio hurtando con ello a la palabra del vehículo que acoja su semblante y lo transporte con su musicalidad. Porque es en esa musicalidad en dónde reside en gran medida su poder evocador.
Viene esto a cuento de querer explicar cómo no se me hubieran ocurrido estos poemas sin estas músicas. A falta del talento necesario para la poesía he podido suplir mis limitaciones en ese ámbito gracias a la música que me ha permitido evocar y con ello musitar con la palabra.
Este “Un mañana” me obligó a cantar modulando como no lo había hecho antes y, con ello, poder mecerme entre la cadencia de las guitarras acústicas. Luis Jose Rivera dispuso los elementos, los arreglos necesarios, para que todo esto fuera posible.
Pero en estos tiempos. ¿a cuantos recitales de poesía se asiste y cómo se recitan los poemas?... Casi siempre de un modo altisonante o grandilocuente, en donde los poemas, uno tras otro, son sobreactuados y monocordes como en un ejercicio lingüístico de monosabios desfilando. De hecho, se escriben en silencio hurtando con ello a la palabra del vehículo que acoja su semblante y lo transporte con su musicalidad. Porque es en esa musicalidad en dónde reside en gran medida su poder evocador.
Viene esto a cuento de querer explicar cómo no se me hubieran ocurrido estos poemas sin estas músicas. A falta del talento necesario para la poesía he podido suplir mis limitaciones en ese ámbito gracias a la música que me ha permitido evocar y con ello musitar con la palabra.
Este “Un mañana” me obligó a cantar modulando como no lo había hecho antes y, con ello, poder mecerme entre la cadencia de las guitarras acústicas. Luis Jose Rivera dispuso los elementos, los arreglos necesarios, para que todo esto fuera posible.
UN MAÑANA
Caen
las hojas
en el
bosque del tiempo
vuelan
mariposas
en
busca de sueños.
Como
una quimera,
perdida,
sin dueño,
un
soplo del viento
que
huye, sin recuerdos.
Tu
palabra, su mirada
un
mañana …
que
camina al atardecer.
Una
sombra solitaria
se
desplaza …
sin
destino ni porqué.
Y al
mostrarte
en
aquello que aprendiste,
cuando
y con quien,
el
silencio se hizo fuerte
y
cómo sin desprenderte
fuera
posible reconocerse,
y
cómo sin desprenderte
fuera
posible reconocerse.
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